¿Qué es vivir?

[…] La vida, en efec­to, deja un mar­gen de posi­bil­i­dades den­tro del mun­do, pero no somos libres para estar o no en este mun­do que es el de aho­ra. Cabe renun­ciar a la vida, pero si se vive no cabe ele­gir el mun­do en que se vive. Esto da a nues­tra exis­ten­cia un gesto ter­ri­ble­mente dramáti­co. Vivir no es entrar por gus­to en un sitio pre­vi­a­mente elegi­do a sabor, como se elige el teatro después de cenar ‑sino que es encon­trarse de pron­to, y sin saber cómo, caí­do, sumergi­do, proyec­ta­do en un mun­do incan­je­able, en este de aho­ra. Nues­tra vida empieza por ser la per­pet­ua sor­pre­sa de exi­s­tir, sin nues­tra anu­en­cia pre­via, náufra­gos, en un orbe impremed­i­ta­do. No nos hemos dado a nosotros la vida, sino que nos la encon­tramos jus­ta­mente al encon­trarnos con nosotros. Un símil esclare­ce­dor fuera el de alguien que, dormi­do, es lle­va­do a los basti­dores de un teatro y allí, de un empu­jón que le despier­ta, es lan­za­do a las baterías, delante del públi­co. Al hal­larse allí, ¿qué es lo que hal­la ese per­son­aje? Pues se hal­la sum­i­do en un situación difí­cil sin saber cómo ni por qué, en una peripecia: la situación difí­cil con­siste en resolver de algún modo deco­roso aque­l­la exposi­ción ante el públi­co, que él no ha bus­ca­do ni prepara­do ni pre­vis­to. En sus líneas rad­i­cales, la vida es siem­pre impre­vista. No nos ha anun­ci­a­do antes de entrar en ella ‑en su esce­nario, que es siem­pre uno con­cre­to y deter­mi­na­do-; no nos han prepara­do. Este carác­ter súbito e impre­vis­to es esen­cial en la vida. Fuera muy otra cosa si pudiéramos prepararnos a ella antes de entrar en ella. Ya decía Dante que “la flecha pre­vista viene más despa­cio”. Pero la vida en su total­i­dad y en cada uno de sus instantes tiene algo de pis­to­le­ta­zo que nos es dis­para­do a quemarropa.
[…]
vivir es con­stan­te­mente decidir lo que vamos a ser. ¿No perciben ust­edes la fab­u­losa parado­ja que esto encier­ra? ¡Un ser que con­siste, más que en lo que es, en lo que va a ser; por tan­to, en lo que aún no es! Pues esta esen­cial, abis­máti­ca parado­ja es nues­tra vida. Yo no ten­go la cul­pa de ello. Así es en rig­urosa verdad.
Pero aca­so pien­san algunos de ust­edes esto: “¡De cuán­do acá vivir va a ser eso ‑decidir lo que vamos a ser! Des­de hace un rato esta­mos aquí escuchán­dole, sin decidir nada, y, sin embar­go, ¡qué duda cabe!, vivien­do”. A lo que yo respon­dería: “Señores míos, durante este rato no han hecho ust­edes más que decidir una y otra vez lo que iban a ser. Se tra­ta de una de las horas menos cul­mi­nantes de su vida, más con­de­nadas a rel­a­ti­va pasivi­dad, puesto que son ust­edes oyentes. Y, sin embar­go, coin­cide exactamente
con mi defini­ción. He aquí la prue­ba: mien­tras me escuch­a­ban, algunos de ust­edes han vac­ila­do más de una vez entre dejar de aten­derme y vacar a sus propias med­ita­ciones o seguir gen­erosa­mente escuchan­do aler­tas cuan­to yo decía. Se han deci­di­do o por lo uno o por lo otro ‑por ser aten­tos o por ser dis­traí­dos, por pen­sar en este tema o en otro‑, y eso, pen­sar aho­ra sobre la vida o sobre otra cosa es lo que es aho­ra su vida. Y, no menos, los demás que no hayan vac­ila­do, que hayan per­maneci­do deci­di­dos a escucharme
has­ta el fin. Momen­to tras momen­to habrán tenido que nutrir nue­va­mente esa res­olu­ción para man­ten­er­la viva, para seguir sien­do aten­tos. Nues­tras deci­siones, aun las más firmes, tienen que recibir con­stante cor­rob­o­ración, que ser siem­pre de nue­vo car­gadas como una escope­ta donde la pólvo­ra se inuti­liza, tienen que ser, en suma, re-deci­di­das. Al entrar ust­edes por esa puer­ta habían ust­edes deci­di­do lo que iban a ser: oyentes, y luego han reit­er­a­do muchas veces su propósi­to ‑de otro modo se me hubier­an ust­edes poco a
poco escapa­do de entre las manos cru­eles de orador”.
[…] que nues­tra vida es ante todo toparse con el futuro. He aquí otra parado­ja. No es el pre­sente o el pasa­do lo primero que vivi­mos, no; la vida es una activi­dad que se eje­cu­ta hacia ade­lante, y el pre­sente o el pasa­do se des­cubre después, en rela­jación con ese futuro. La vida es futuri­ción, es lo que aún no es.

José Orte­ga y Gas­set, ¿Qué es filosofía?

Sin comentarios

Deja una respuesta

Tu email nunca será compartido con nadie.Los campos obligatorios están marcados con *